Hermanos de las Escuelas Cristianas

Los Hermanos de las Escuelas Cristianas, fieles a la llamada del Espíritu y al carisma de su Fundador, se consagran a Dios para cumplir, asociados, el ministerio apostólico de la educación (R.2)

El Espíritu de Fe mueve a los Hermanos a “no mirar nada sino con los ojos de la fe, a no hacer nada sino con la mira en Dios y a atribuirlo todo a Dios” (Cfr. R.5). Por este espíritu, que es el de su Instituto, los Hermanos:

  • Juzgan todas las realidades terrestres a la luz del Evangelio
  • Se saben cooperadores de Jesucristo.
  • Consagran toda su existencia  edificar el Reino de Dios por medio del servicio educativo
  • Se percatan de que Dios está presente en sus trabajos, preocupaciones y alegrías.
  • Disciernen en todo acontecimiento y en toda persona, los signos y las llamadas del Espíritu.

El espíritu de fe se hace patente en los Hermanos por el celo ardiente hacia aquéllos que les han sido confiados, a fin de disponerlos a acoger la salvación revelada en Jesucristo. El compromiso apostólico forma parte integrante de la consagración del Hermano a Dios. (Cfr. R. 7)

Los miembros de este instituto se llaman Hermanos. Gracias al carácter fraternal de su vida comunitaria y de su presencia activa y desinteresada al lado de aquellos a quienes sirven los Hermanos testimonian la posibilidad de instaurar una auténtica fraternidad entre los hombres y entre los pueblos. (Cfr. R. 9)

Respondiendo a la llamada del Espíritu Santo, el Hermano arriesga toda su existencia, libremente y sin ánimo de volverse atrás, en seguimiento de Cristo por el Evangelio. Con este fin se consagra enteramente a la Santísima Trinidad para procurar su gloria en el ministerio de la educación cristiana.

La consagración religiosa da sentido a los diversos compromisos que inspira, y unifica todos los momentos de la vida del Hermano. (Cfr. R.22)

Historia de los Hermanos de las Escuelas Cristianas

Una Memoria escrita en Ruán el año 1721, dos años después de la muerte de Juan Bautista de La Salle, expresa de forma sucinta lo que este hombre había conseguido entre los años 1679 y 1719.

“El Señor de La Salle … tuvo la idea de crear escuelas en las que los hijos de los artesanos y de los pobres aprendieran gratuitamente a leer, escribir y aritmética, y recibieran una educación cristiana por medio de catecismos y otras instrucciones apropiadas para la formación de buenos cristianos. Con este propósito reunió un grupo de hombres solteros. Trabajó para hacerles vivir de un modo coherente con el fin de su Instituto, y para renovar la vida de los primeros cristianos… les compuso unas Reglas…”

La aprobación formal del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas por la Iglesia vino mediante la concesión de un documento oficial, llamado en este caso Bula Papal, titulada In Apostolicae Dignitatis Solio.  Desgraciadamente, la existencia legal del Instituto en Francia queda en suspenso de 1792 a 1805. Tan sólo un pequeño grupo de Hermanos continuó existiendo oficialmente en algunos Estados pontificios y en Roma.

La restauración de la misión lasallista en Francia supuso el comienzo de un siglo de extraordinario crecimiento en la propia tierra de origen, vio su expansión fuera de Francia en 35 países del mundo y el desarrollo de una política misionera, mucho más allá de lo que La Salle y la primera generación de Hermanos hubieran podido imaginar. Los 160 Hermanos de Francia e Italia en 1810, pasaron a ser 14.631 Hermanos a finales del siglo que culminó con la solemne canonización de su Fundador en 1900.

El perfil del Instituto, acelerado por la serie de “leyes de secularización” que afectaron al Instituto en Francia durante los años 1904-1912, cambió dramáticamente.  Las escuelas, a menudo apresuradamente, fueron obligadas a cerrar, como consecuencia de una severa legislación contra las congregaciones religiosas que se responsabilizaban de ellas. Frente a estas prohibiciones, algunos religiosos se prepararon para renunciar a algunos aspectos de su vida pasada y así poder salvar las obras. Otros consideraron que esto era una traición, incluso una “apostasía”, y procuraron continuar su vida religiosa y su apostolado fuera de Francia.

El sur de Bélgica, Canadá y España fueron al principio los principales beneficiarios de la expatriación. Georges Rigault, en su Histoire générale des Frères des Ecoles Chrétiennes (Volumen10), anota el ímpetu dado a las comunidades ya existentes en Argentina, Ecuador y Egipto por estos Hermanos auto-exiliados, al igual que ocurrió con los que resultarían ser los nuevos Distritos de Brasil, Panamá, Méjico, África Norte y Australia.

Después de 1966, cuando el Instituto tenía el mayor número de miembros de toda su historia, vino un período de rápido declive, en cuyo transcurso un número significativo de sus miembros, por razones diversas, decidieron dejar el Instituto. A la vez se estaba dando una notable disminución en el ingreso de nuevos miembros, de manera que los números totales de 1986 venían a ser la mitad de los que existían veinte años antes. Y, sin embargo, paradójicamente, las obras apostólicas de las que el Instituto era responsable en 1986 eran más numerosas, en razón del crecimiento de la Familia Lasallista.

Actualmente, el ministerio de los Hermanos, se desarrolla con unos 100.000 colaboradores seglares y más de 1.000.000 alumnos en más de 80 países.