Abril 26

Mucho antes de la venida de Cristo, el pequeño pueblo de Genazzano, a treinta millas de Roma, construyó un  templo a Venus, la diosa pagana del amor, a la que le tenían particular adhesión.

Allí se le ofrecía culto y  celebraban grandes fiestas en su honor, especialmente el 26 de abril. Todos los años la gente de Genazzano gozaban de las festividades bailando y cantando.

En el siglo IV de nuestra era, cuando el cristianismo había sido públicamente reconocido en el Imperio Romano, el Papa San Marco (336d.C.) mandó construir una iglesia en una colina sobre el pueblo, no muy lejos de las ruinas del antiguo templo pagano.

La iglesia, firme y fuerte pero pequeña y sencilla, fue dedicada a Nuestra Señora del Buen Consejo. A sabiendas del amor que la gente de Genazzano le tiene a las fiestas y celebraciones, el Papa declaró el 26 de abril (fecha de las antiguas fiestas paganas), como día de celebración cristiana en honor de Nuestra Señora del Buen Consejo.  La Iglesia respeta las costumbres de los pueblos pero siempre busca purificarlas de todo error y elevarlas hacia Dios.

A través de los siglos, Nuestra Señora fue honrada de manera especial en la pequeña iglesia de la colina, la cual se puso a cargo de los frailes de la Orden de San Agustín en 1356. Nuestra Señora tiene los ojos parcialmente bajos como si estuviera escuchando con intensidad. Su vestido verde oscuro está adornado con un borde de oro. Su manto azul oscuro cubre su cabeza y sus hombros y cubre parcialmente al Niño Jesús, quien tiene una mano alrededor del cuello de su Madre. Su mejilla toca la de ella, y su mano izquierda esta sosteniendo el cuello de su vestido. El vestido rojo del Niño esta adornado con un borde de oro. La expresión en ambos, Madre e Hijo es de una profunda atención. El Niño Jesús parece que está listo para susurrarle algo a Su Madre. Es una pintura sencilla pero atractiva.

Nuestra Señora del Buen Consejo es Patrona de los Directores lasallistas.

Madre del Buen Consejo dirige tu maternal mirada sobre nosotros. Deseamos imitarte y seguirte para aprender a tratar y amar a Jesús, Señor de nuestra existencia.

El será nuestro tesoro, que mostraremos con gozo a la humanidad. Por eso te necesitamos: “Ven con nosotros”, guíanos, Tú, Madre del Buen Consejo y acompáñanos en la búsqueda de aquello que Tu Hijo ha pensado hoy para cada uno de nosotros.

Preséntanos a Jesús, enséñanos a escucharle y a servirle donde Él nos necesite. Recuérdanos el consejo que diste en las bodas de Caná: “Haced lo que Él os diga”.

Por eso Madre sé tú:
La inspiración de nuestros pensamientos
La guía de nuestros pasos
La maestra de nuestra disponibilidad.
La Madre y consejera de nuestra perseverancia.
Amén.