Un año de júbilo dedicado a la esperanza. El recuerdo de que hace 2025 años Dios tomó la decisión de formar parte de nuestra vida haciéndose un ser humano a través del nacimiento de Jesús. Paradójico que un año de alegría se dé en medio de una de las mayores crisis de la humanidad: serios conflictos armados en Medio Oriente, entre Rusia y Ucrania, conflictos civiles en países de África, guerras comerciales de EUA con gran parte del mundo y un miedo rondando nuestras vidas, maximizado para bien y para mal por las comunicaciones.

En medio de ese caos la Iglesia convoca a un jubileo y, a través de muchas respuestas, el Distrito La Salle de México Norte contesta con una convocatoria a jóvenes docentes y a universitarios para ir al encuentro de Pedro y celebrar en Roma esa memoria de vida. Es así como surge la segunda edición de Vía Indivisa, un viaje por lugares sagrados, un peregrinaje que busca llegar al corazón.

En esta ocasión este caminar estuvo compuesto por 47 peregrinos entre universitarios lasallistas, Hermanos y docentes. El recorrido se desarrolló en tres grandes momentos:

  • La ruta lasallista por Francia.
  • La ruta del encuentro en Taizé, Francia.
  • El camino al jubileo.

La ruta lasallista

Comenzamos el peregrinaje en Reims, la ciudad natal de San Juan Bautista de La Salle. A través de un circuito coordinado por los 5 Hermanos acompañantes del viaje, pudimos conocer la Catedral, el lugar de la primera escuela fundada por La Salle, la puerta del Convento de las Hermanas del Niño Jesús en donde se dio el encuentro con Adrián Nyel, la Basílica de San Remigio donde La Salle pasaba veladas en oración y, con la presencia de la comunidad de Hermanos de la ciudad, recorrimos la Casa de la Campana, el hogar natal de La Salle.

Con la fresca memoria de los orígenes, al día siguiente recorrimos la zona donde inició el lasallismo en París: la primera escuela en la Calle de la Princesa, que ahora es un bar; la Iglesia de San Sulpicio que fue la parroquia que acogió a la naciente comunidad, el templo del Convento del Carmen donde fue martirizado el Santo Hermano Salomón en el inicio de la Revolución Francesa, y la calle Juan Bautista de La Salle donde los Hermanos tuvieron una enorme finca para el desarrollo de la obra. Cerramos nuestro peregrinaje a los pies de la Catedral del Sacre Coeur para dar gracias a Dios por el amor que ha tenido por esta obra.

Viajamos al sur para conocer la ciudad de Grenoble y recorrer los pasos de La Salle frente a la escuela en la que se data dio clases reemplazando a un Hermano, en la bella capilla del Convento de la Visitación donde cada día celebraba la Eucaristía a la comunidad de religiosas, que ahora es un museo, y la Iglesia de San Andrés, su preferida para llevar a la Eucaristía a los estudiantes. De allí subimos la colina de Parmenia, la noche oscura y al mismo tiempo la plenitud de su vida…

La ruta del encuentro.

A mitad del camino hicimos un alto para adentrarnos en el espíritu de Taizé, un monasterio en el sur de Francia que acoge a miles de jóvenes de diferentes denominaciones unidos por Cristo. Su oración a través de cantos y su espiritualidad nos dieron días de paz, comunidad, luz interior y alegría.

El camino al jubileo.

Nos despedimos del sur de Francia y cruzamos los Alpes para llegar a Italia, hicimos una parada en Génova y desde allí cambió el ambiente, incluso en el clima: más cálido y menos lluvioso. Avanzamos a Roma para integrarnos con un nutrido grupo de casi 300 lasallistas en el Instituto Lasallista de Villa Flaminia. Vivimos la misa de apertura en la Plaza de San Pedro con la grata sorpresa de la aparición, al final de la misma, del papa León XIV entre los participantes.  También nos unimos a una serie de celebraciones de la familia lasallista: una jornada de puertas abiertas para compartir la espiritualidad lasallista en el Colegio San Giuseppe de Roma, junto a la Plaza España, y un Encuentro Internacional de Jóvenes Lasallistas en la Casa General junto con el Superior General y su consejo.

Caminar por las calles de Roma llenas de jóvenes y de banderas de todos los países fue una muestra de la universalidad de la Iglesia, cerrando con la experiencia de la Vigilia con el papa en Tor Vergata, en donde se reunieron a velar y dormir más de un millón de jóvenes para ser enviados a evangelizar y compartir lo vivido al día siguiente en la Santa Misa.

Nuestra vía concluyó en la ciudad de Asís, la ciudad de la paz y la sencillez.  Allí dimos gracias a Dios por su creación, por su amor y por el viaje, y nos dispusimos a llevar todo lo vivido a nuestras comunidades.

Testimonios


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